jueves, 13 de agosto de 2015

DEL REVÉS VISTA POR UN PSICÓLOGO (DEL DERECHO)



Cuando Pixar lanzó su película “Del Revés” y tuvimos la oportunidad de ver el tráiler, prácticamente toda la totalidad de la comunidad profesional relacionada con el comportamiento humano (psicólogos, pedagogos, educadores, etc.) suspiramos aliviados al ver que el anhelo de todos nosotros por fin iba tomando forma material: La Educación en Inteligencia Emocional, aquel recurso humano capaz de amortiguar el impacto negativo de cualquier revés en la vida, estaba ganándose un hueco y un importante impulso en la conciencia social que tanto se le resiste.
 
Sin embargo, entre tanta expectancia, muchos de nosotros olvidamos o simplemente pospusimos comprobar si, realmente, esta película cumplía en todo lo prometido antes de lanzarnos a elogiarla sin reparo. En mi caso, no he podido esperar a verla cuanto antes y esto es lo que me ha despertado…

En Del Revés, viajaremos directamente a través de Riley Anderson, una niña de 11 años en un momento crucial en el que dejará atrás su vida en el medio oeste para mudarse a San Francisco con su familia. 


Esta nueva demanda circunstancial pondrá a prueba todo el mundo mental de Riley con unas emociones inexpertas que desde la central del cerebro tendrán que gestionar la nueva situación emocional de la niña: comprenderla, comprenderse, comprender a otros y autogestionarse.





Ya desde el comienzo, como puede apreciarse, la base teórica que sutenta el argumento de la película comienza con fuerza y desgarro al situar a las emociones en un primer plano central como directoras, coordinadoras y filtro de absolutamente todos los estímulos externos que Riley, como cualquier otra persona u animal (este guiño no lo olvidará tampoco la película), no sólo recibe del exterior, sino que además “Del Revés” nos mostrará que también la niña construye en interacción con el ambiente. Que ya de por sí no es poco. 


Pero además, como trasfondo, encontramos una ruptura radical con la pesada creencia popular que sitúa a las emociones como negativas, de carácter impresivible y sin mayor utilidad que la de entorpecer el pensamiento lógico. En “Del Revés” será una creencia que se desterrará sin miramientos prácticamente antes de entrar al cine, creando una conciencia teórica sólida y honesta con la realidad desde el principio.


De esta manera estrictamente fiel a nuestra realidad de los procesos cognitivos, sin hacer uso de ningún tabú o invención imaginaria (muy típica de Disney), y empleando únicamente explicaciones claras, sencillas (aunque muy animadas) los creadores de “Del Revés” relatarán  cómo Alegría verá frustrada su tarea de hacer feliz a Riley por la pesimista Tristeza, y nos llevarán de la mano de ambas a través de un divertido aprendizaje psicológico y extraordinaria aventura que abarcará desde las destacadas funciones emocionales, pasando por los procesos de memoria o los del sueño, hasta incluso el nacimiento del pensamiento abstracto, sin olvidar innumerables guiños a efectos tales como la transferencia emocional o la falta de inhibición característica de algunos estados.


La genialidad de esta película por tanto, y siempre desde mi humilde opinión, no es otra finalmente que haber sabido transmitir todo ese aprendizaje de manera honesta, elemental y sin ningún tipo de coloreo ni endulzamiento, es decir, las cosas tal cual son. Hasta el punto de no poder ponerle como psicóloga absolutamente ningún “pero”, y como espectadora haberme mantenido pegada cual chiquillo por lo divertido de su trama intensa, ligera y agradable. Pudiendo significar un pequeño máster que abrirá, seguro,  interrogantes de lo más enriquecedores en nuestros pequeños.


En conclusión, como ya habréis adivinado, mi nota final como profesional del comportamiento humano es un: Soberbia.


Así que, colegas de profesión, si aún no os habéis animado a pasarle los rayos x (que tanto nos gusta) a esta joya de la Inteligencia Emocional, yo desde aquí os animo a hacerlo, asegurándoos además que disfrutaréis como niños saboreando como educadores :D


Y tú, ¿cómo te sientes hoy?  -  Patricia Merino López



jueves, 6 de agosto de 2015

TU FORMA DE SER FELIZ CAMBIA TU EXPRESIÓN GENÉTICA



Como ya viene demostrando y aplicando científicamente la psicología desde hace décadas: nuestro manual de instrucciones y uso, nuestro genoma humano, es mucho más sensible a la mente consciente de la persona de lo que la creencia cotidiana cabe sospechar habitualmente. De hecho, son abundantes los estudios científicos, de diversos ámbitos de la medicina que así lo constatan. 
 
Específicamente en relación con la felicidad, así lo ha demostrado un reciente estudio publicado en la revista “Proceeding of the National Academy of Sciences” a través del cual hoy conocemos que dependiendo del tipo de felicidad que experimentemos, nuestros genes determinarán su expresión en nuestro organismo de una u otra manera.


En concreto, los resultados de esta investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad de California, diferencias dos tipos de felicidad bien distintas con dos expresiones genéticas bien diferenciadas e incluso contrapuestas también.


Por un lado los investigadores han encontrado que los individuos que disfrutan de una felicidad eudaimónica, esto es, felicidad subjetiva que se experimenta con motivo de llevar una vida plena, satisfecha y coherente a las metas vitales, estimulan la expresión de patrones genéticos favorables a la segregación de anticuerpos y anti-inflamatorios, o lo que es lo mismo, favorecen un óptimo funcionamiento del sistema inmunológico.

Mientras que, por otro lado, individuos que experimentan una felicidad hedónica, esto es, felicidad subjetiva experimentada a través de la obtención de placer, evitación del dolor, obtención de fama y/o reconocimiento, estarían estimulando la expresión de perfiles genéticos relacionados con procesos inflamatorios además de un bajo nivel de anticuerpos.


En resumen, mientras que aquellos individuos que experimentan felicidad a través de una vida plena, ven incrementados sus niveles de anticuerpos y disminuidos sus niveles inflamatorios, aquellos individuos que se sienten felices por obtener fama y placer modificarían su expresión genética en sentido complemente opuesto y negativo.

Cabe resaltar un dato más que el estudio también evidencia, y es que “individuos que alcanzan una felicidad hedónica, no se sienten psicológicamente peor ni mejor que aquellos que disfrutan de una felicidad eudaimónica. Sin embargo (aún experimentando ambos los mismo niveles de emoción positiva) sus genotipos responden de manera muy diferente” según Steven Cole, coautor del estudio.
 

A la vista de la evidencia, es innegable que el tipo de felicidad del que disfrutemos tiene importantes efectos en nuestra salud, y es de suponer por tanto, que también la tristeza por ejemplo, deje huella fisiológica en nuestro funcionamiento orgánico a través de  nuestra expresión genética, donde aunque ya demostrado, queda camino por recorrer.


Lo que es indiscutible médica y científicamente es que los acontecimientos que suceden en nuestra mente tienen sus repercusiones en nuestro organismo, y viceversa,  a través de enfermedades o de ventajosos procesos inmunes como sucede en este caso por ejemplo.


Existiendo finalmente entre ambos un delicado proceso de retroalimentación mente-cuerpo y cuerpo-mente donde nuestra conducta y nuestros actos serán quienes rompan la estática y perpetuidad de un estado y permitan el cambio y la evolución de nuestro organismo en su totalidad.


O lo que es lo mismo, es nuestro comportamiento mental y nuestra conducta, quienes permitirán a la postre modificar nuestros estados de salud en un alto porcentaje de las veces, cuanto menos ayudar en todos ellos, siendo nuestra mejor medicina: Y he aquí lo maravilloso del ser humano, su capacidad de cambio… He aquí lo maravilloso de la ciencia psicológica… El por qué de practicar deporte, relajación o el por qué del poder de una sonrisa.


Patricia Merino López